“Nada como el amor en cada taza de té para hacer lo imposible. El té es fuerza pero también es ese momento de felicidad, calma y disfrute. Y es espejo. Lo que somos, se ve en él.”
El primer vapor
Cuando servimos una taza de té caliente, algo se suspende en el aire: el tiempo, el ruido del mundo, la prisa. Durante siglos, las mujeres han sido guardianas silenciosas de ese instante. Aunque los grandes tratados de té hayan sido escritos por hombres, la historia verdadera de esta bebida se encuentra en las cocinas, los patios, los templos y los campos donde las mujeres sostienen la vida con sus manos, su intuición y su calor.
Desde las geishas japonesas que perfeccionaron el chanoyu, hasta las mujeres indias que recolectan hojas en Assam y Darjeeling al amanecer, o las abuelas patagónicas que curan con hierbas y agua caliente, el té ha sido más que una bebida: ha sido legado.
Mujeres del té en el mundo
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Okakura Kakuzō, conocido por “El libro del té”, tuvo su formación gracias a mujeres japonesas que le transmitieron la esencia del ritual. Sin ellas, el chanoyu no existiría.
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En China, la dinastía Tang ya contaba con mujeres en los jardines de té imperiales, seleccionando las hojas más finas para la nobleza. Hoy, maestras como Zhao Yufang (experta en té blanco y verde) mantienen viva esa tradición.
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En India, más del 70% de la mano de obra recolectora de té son mujeres. Caminan entre las plantaciones desde las cinco de la mañana, con cestas de mimbre colgadas en la espalda. Son el alma del té que llega a nuestras tazas.
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En Marruecos, el té de menta es un símbolo de hospitalidad, y son las madres y tías quienes lo preparan como gesto de bienvenida y paz.
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En Inglaterra, el famoso afternoon tea fue impulsado por Anna Russell, duquesa de Bedford, en el siglo XIX. Pero fueron las mujeres de la clase media quienes lo transformaron en ritual doméstico y cotidiano.
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En Argentina, desde teteras y vajillas como legados familiares de historias compartidas, la mejor vajilla pastelería y la mesa puesta con amor infinito hasta las diseñadoras de blends para esos momentos, hay una línea ancestral que no se ha roto. En mi caso, mis teteras reflejan el amor por las mujeres importantes de mi vida.
- En casa, el corazón del té siempre latió fuerte. Recuerdo las tardes con mamá, Zule, compartiendo una taza de Earl Grey, mientras la conversación se mezclaba con el aroma del bergamota y los silencios sabían a abrazo. Hace poco, mi hermana Silvia y compañía llevaron ese amor por el té hasta su origen: viajaron al corazón del té en China, el Mei Jea Tea Wu Village. Allí caminaron por los campos legendarios de Longjing (龙井), uno de los tés verdes más antiguos y visitaron el centro universitario donde la tradición se encuentra con la ciencia para conservar la sabiduría milenaria del té. Seleccionaron hebras para mí y un termo que me va a acompañar en nuevos viajes. Entre mujeres, historias y hojas sagradas, el té sigue siendo nuestro ritual compartido.
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También hay un cambio de paradigma que nos inspira: mujeres en la industria y en nuevos negocios en el mundo del té.
El silencio que une
En cada cultura, más allá de las palabras, hay un momento donde una mujer sostiene una taza entre las manos, respira hondo, cierra los ojos y conecta. Con ella misma, con otras, con su historia.
Ese instante de pausa no es vacío: es poder. El té nos invita a habitarlo.
Con Amor, Adriana 🤍